En honor a Ozzy, a Black Sabbath y a todos los que transmutan sombra en arte
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- 10 jul
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Actualizado: 10 jul

Hay músicas que no solo se escuchan: se encarnan. Son sonidos que se clavan en la piel y en el alma, dejando marcas vivas de lo que fuimos… y de lo que seguimos siendo. El rock y el metal, en mi juventud, fueron canales sagrados de expresión. Voces que gritaban lo que yo aún no sabía nombrar, en un idioma —el inglés— que no comprendía con la mente, pero sí con el alma. Eran ritmos que contenían mi rabia, mi intensidad, mi necesidad de romper estructuras y buscar sentido. Y lo siguen siendo hoy: un puente entre mi memoria y mi conciencia presente, un lenguaje emocional tan legítimo como el silencio… o como la palabra hecha poesía.
Como psicóloga y terapeuta del alma que se sirve del lenguaje astrológico —y también como un ser que ha descendido a sus propias profundidades en su noche oscura— puedo reconocer en la voz de Ozzy Osbourne la poesía del alma que necesita ser escuchada. No se trata solo de notas o gritos: es un lenguaje primordial, que surge del abismo para decir lo que no puede ser dicho de otro modo. Su voz, quebrada y visceral, se vuelve canal de transmutación. No endulza, no maquilla: sostiene. Sostiene el dolor, la sombra, el caos… y los vuelve forma, los vuelve arte.
Hoy, 10 de julio, bajo la Luna llena en Capricornio — Ozzy nació con su Luna en Capricornio— escribo estas palabras con la fuerza de la cabra que guía mi Nodo Lunar Norte, esa fuerza arquetipal de la cabra que asciende la montaña con heridas, pero también con sabiduría. Porque sí, el arte sostiene la vida y el arte hecho palabra escrita, hecho poesía, hecho música... ha sostenido mi vida.
Y Ozzy, a sus 76 años, nos lo recordó una vez más en su último concierto en Inglaterra el 5 de julio del 2025. Su cuerpo, desgastado por el tiempo y la entrega, apenas podía sostenerse… pero su voz seguía siendo un puente entre mundos, un eco de lo eterno. Allí estaba: frágil, sí, pero gigante. Sostenido por el amor de sus fans, por la fidelidad de músicos hermanos, por generaciones de artistas que nacieron del fuego que él encendió.
No fue solo un concierto: fue un acto de verdad, de presencia, de resistencia poética. Capricornio, con su perseverancia, su humildad silenciosa y su mirada fija en la cima, nos recuerda que el legado no es la fama: es la coherencia entre lo que se canta y lo que se vive.
En su carta natal, Ozzy lleva grabado ese misterio. Con el Sol en Sagitario, su fuego no es solo el del rebelde: es el del visionario, el del buscador de significado que, a través del arte, nos confronta con la verdad cruda. Su Luna en Capricornio habla de una madurez emocional nacida del dolor, de una capacidad de sostenerse aún en lo más árido.
Su Ascendente en Tauro lo conecta con lo corporal, lo denso, lo sensual, esa voz que vibra en la materia misma. Y en su Descendente en Escorpio, el llamado profundo a lo transformador, al caos que regenera, al vínculo que funde y despierta. Su vida entera se ha movido en ese eje: entre la tierra y el abismo, entre el cuerpo y el alma, entre lo oculto y lo expresado.
Como terapeuta del alma, astróloga y caminante espiritual, reconozco que el arte —cuando es verdadero— cumple una función iniciática. Ozzy, sin pretenderlo, ha sido un maestro arquetípico de muchos artistas. En él habita la alquimia del alma herida que se vuelve arte.
Saturno le dio forma, contención interna, esa arquitectura invisible que permitió que su electricidad no lo quebrara, sino que encontrara canal. Fue estructura y peso, pero también el hueso que sostuvo el grito. Neptuno, con su manto de niebla y sensibilidad extrema, lo arrastró a aguas profundas —confusas y visionarias— desde donde su voz emergió como un rezo y un clamor.
Quirón, el sanador herido, lo convirtió en medicina: no por haber sanado del todo, sino por haber compartido su herida con una honestidad que libera a otros. Plutón, fuego subterráneo, lo marcó desde sus raíces, llevándolo a nacer y renacer entre sombras, a confrontar lo no dicho de la historia familiar, a reconstruirse desde las cenizas emocionales más densas. Y Urano, chispa eléctrica, fue el relámpago que rompió moldes, el impulso genial y salvaje que vibró en su voz inconfundible y en su forma de desafiar lo establecido. En Ozzy, el arte no fue una pose: fue la expresión viva de un alma que se sostuvo entre extremos. Un ritual continuo donde la sombra no se exilia, sino que se canta, se honra y se transforma.
En mi trabajo con otras almas, y en mi propio proceso, he aprendido que lo que no se nombra, duele más. Y lo que se expresa con el alma, sana. Su música es eso: un canal que permite que lo no dicho se diga, que lo no amado sea visto, que la sombra encuentre su forma. No es distinto de lo que hago en cada sesión, en cada proyecto espiritual astrológico, en cada noche oscura compartida con quienes se atreven a mirar hacia adentro. Por eso, honrar su voz es también honrar mi propio camino: el arte y la conciencia no están separados. Son la misma llama con diferentes lenguajes.
"Mama, I'm Coming Home" es una de esas canciones que llevo grabada en lo más profundo del alma. No solo por su melodía, sino por lo que evoca: la posibilidad de regresar al amor esencial sin perder la libertad. Como madre, esta canción me habla de la capacidad de amar sin poseer, de apostar por el vuelo del hijo sin cortar sus alas. Reconozco en mi hijo a un artista, un alma creadora que camina su propio sendero, y elijo acompañarlo con presencia, con respeto y con fe, sin invadir su camino. Así como Ozzy canta a ese hogar al que siempre se puede volver, yo también sostengo ese espacio desde el amor en libertad: un lugar seguro que no encierra, sino que honra el alma tal como es y cree en la fuerza del alma del artista que aprende a sostenerse en su propia fuerza, el alma que se rebela para poder revelarse.
"Mama, I'm Coming Home" 1991
Times have changed and times are strange
Here I come, but I ain't the same
Mama, I'm coming home
Time's gone by, it seems to be
You could have been a better friend to me
Mama, I'm coming home
You took me in and you drove me out
Yeah, you had me hypnotized
Lost and found and turned around

By the fire in your eyes
You made me cry, you told me lies
But I can't stand to say goodbye
Mama, I'm coming home
I could be right, I could be wrong
It hurts so bad, it's been so long
Mama, I'm coming home
Selfish love yeah we're both alone
The ride before the fall

But I'm gonna take this heart of stone
I just got to have it all
I've seen your face a hundred times
Everyday we've been apart
I don't care about the sunshine yeah
Cause mama, mama I'm coming home
I'm coming home
I'm coming home
Lo que antes fue Sabbath, ahora es beat, loop, riff, palabra, poesía. Y aunque los sonidos cambien, la intención es la misma: sublimar lo denso de lo humano, transformar la sombra en arte.

Hoy esa llama sigue viva. Mi hijo, músico también, nacido con la Luna en Capricornio —igual que Ozzy—, camina su propio sendero de transmutación. En él reconozco la continuidad del fuego sagrado, la herencia emocional que no solo se recibe, sino que se reinventa.
Hoy, bajo esta misma luna que une generaciones, honro también su camino, su música y su alma creadora, que sigue encendiendo la llama de quienes, como Ozzy, no temen mirar de frente a la oscuridad para volverla arte.
Gracias, Ozzy. Gracias, Sabbath. Y gracias a cada músico —como mi hijo— que sigue encendiendo esa llama que ilumina la oscuridad y la transforma en arte.
En amor, servicio y aprendizaje.
Li
Así fue la despedida de este gran artista a sus 76 años
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